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PARÍS – En todo el mundo, los usuarios de Internet juguetean con ilusiones románticas acerca del ciberespacio. A la mayoría de los cibernavegantes, la Internet nos da una falsa sensación de libertad, poder y anonimato completos.
Por supuesto, de vez en cuando nos llegan mensajes y avisos no deseados que tienen una misteriosa relación con nuestros hábitos más íntimos. Nos recuerdan que, de hecho, los usuarios de Internet estamos bajo una constante vigilancia. Cuando los vigilantes solamente tienen motivos comerciales, este "correo basura" se siente como una violación menor. Sin embargo, en China o Rusia los que llevan a cabo esta vigilancia no son vendedores indeseados, sino la policía.
Así que los activistas rusos de los derechos humanos y la organización ecologista Onda Ambiental del Baikal no deben de haberse sentido muy sorprendidos cuando este mes policías de carne y hueso -no programas automáticos de Internet- confiscaron sus computadoras y los archivos que contenían. En tiempos de la Unión Soviética, la KGB habría encerrado a estos disidentes anti-Putin por sufrir de "desórdenes mentales". Como se supone que ésta es una "nueva Rusia", se acusa a los ciber-disidentes de violar derechos de propiedad intelectual.
El asunto es que, vea usted, estaban usando equipos con programas de Microsoft y no pudieron demostrar que no estaban pirateados. Al confiscarlos, la policía rusa supuestamente podía comprobar si el software que usaban los activistas se había instalado legalmente o no.
En la superficie, Microsoft y el Primer Ministro Vladimir Putin parecen extraños compañeros de cama. ¿Es así? Los representantes autorizados de Microsoft declararon que no podían oponerse a las medida de la policía rusa, porque la compañía basada en Seattle debía obedecer la ley rusa. Una declaración así de ambigua se puede interpretar como un apoyo activo a la policía rusa o como colaboración pasiva. Más aún, en casos anteriores Microsoft ayudó a la policía rusa en sus investigaciones de organizaciones no gubernamentales.
Está claro que los activistas de derechos humanos de Rusia no pueden contar con Microsoft en sus esfuerzos por construir una sociedad más abierta. Pero la ambigua -en el mejor de los casos- reacción de Microsoft es parte de un patrón. De hecho, el historial de las compañías de Internet en países autoritarios es tristemente coherente.
Yahoo marcó el paso de la colaboración activa entre las firmas de Internet y alta tecnología con la represión política. En 2005, Yahoo entregó a la policía china el código de identificación de la computadora de un periodista disidente, Shi Tao, que había enviado un mensaje en defensa de la democracia que los censores habían detectado. Gracias a la pista de Yahoo, la policía pudo arrestarlo. Está en la cárcel hasta el día de hoy.
En esa ocasión, los gerentes de Yahoo en los Estados Unidos, al igual que Microsoft en Rusia, declararon que tenían que seguir las leyes chinas. En su celda, seguro que a Shi Tao le resultó reconfortante saber que en China rige el imperio de la ley, no el Partido Comunista. Después de todo, eso es lo que impulsa su lucha.
Al menos por un breve tiempo, parecía que Google iba a seguir pautas distintas en sus negocios en China, adhiriendo a su tan proclamado principio ético de "No hacer el mal". Para protestar contra la censura, la compañía de Silicon Valley se trasladó desde la China continental en 2009 a la todavía relativamente libre Hong Kong. En el motor de búsqueda basado en Hong Kong los internautas chinos podían leer acerca de Taiwán, la masacre de Tiananmen de 1989 o el Dalai Lama. En Google.cn estas fuentes, juntos con los resultados de búsquedas que incluyeran una amplia variedad de términos prohibidos, sencillamente no aparecían.
La medida de Google parecía conciliar su autoproclamada filosofía libertaria con su ética de negocios. Sin embargo, no duró mucho: después de todo, Google había aceptado la censura al comienzo de sus actividades en China, en 2006, para poder ingresar al mercado chino. Tras seis meses de vida en Hong Kong, habló el dinero: reinstaló su servicio en China continental, con el mismo nivel de censura que antes. Al final, quien se desprestigió fue Google, no el Partido Comunista.
Yahoo, Google y Microsoft han seguido así un camino notablemente similar: el acceso a mercados lucrativos echó por tierra las ansias éticas. Las herramientas que proporcionan son políticamente neutrales. Los disidentes intentan usarlas para abrir espacios democráticos. La policía los usa para detectar y reprimir disidentes. De cualquier manera, Yahoo, Google, y Microsoft hacen dinero, igual que -por ejemplo- IBM, que en los años 30 vendía sus máquinas de cálculo al régimen nazi, que las usó para hacer de la destrucción de sus víctimas una rutina burocrática.
¿Nos debería escandalizar el que las compañías de Internet pongan las utilidades por sobre la moral? Después de todo, son corporaciones normales que apuntan a ganar dinero, igual que IBM en la época de Hitler. Más que la mayoría, las compañías de Internet pueden esconder sus verdaderas motivaciones tras eslóganes deslavadamente democráticos, pero a fin de cuentas son productos publicitarios iguales que cualquier otro. En publicidad y la auto-promoción, lo que determina qué palabras se escogen son las expectativas del cliente, no la filosofía de los gerentes, ya que en su mayoría no tienen ninguna.
El capitalismo es siempre una solución de compromiso: tenemos que vivir con corporaciones con fines de lucro que nos proporcionan útiles herramientas nuevas. Las pueden utilizar los iraníes que combaten la dictadura o los disidentes tibetanos que intentan salvar su cultura. También se pueden usar para calcular la cantidad de judíos exterminados, arrestar a un disidente chino o irrumpir en un grupo por los derechos humanos en Rusia.
Microsoft en Rusia y Google en China nos enseñan que el capitalismo no es ético, sino solo eficiente. Los empresarios son codiciosos por definición: si no lo fueran, irían a la bancarrota. Una sociedad abierta nunca se va a crear o sostener gracias a las acciones de empresarios rectos ni será un mero subproducto de la ingeniería política. Como siempre, la libertad es tarea de hombres y mujeres libres y alertas.
Guy Sorman, filósofo y economista francés, es autor de Economics Does Not Lie ("La economía no miente".)
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