No ha llovido este año meteorológico.
No han salido setas...pero da igual. Han salido economistas aficionados
como setas. Están por todos los lados y, ¡cosa curiosa entre
economistas! ...¡Están de acuerdo! De acuerdo en una cosa: que el boycot
a los productos catalanes como arma económica en la guerra económica
entre independentistas y el resto de los españoles es absurda, que es
como "disparase en el propio pie".
El "argumento" principal que se suele
esgrimir, y no sólo por parte de independentistas sino por parte también
de eximios miembros del Gobierno de España empezando por su increÃble
lÃder, don Mariano Rajoy, es que al estar las economÃa de todas las
regiones españolas tan fuertemente integradas, el no comprar productos
catalanes perjudica al final a los productores del resto de España que
venden sus productos a las empresas catalanas para ser usados como
materias primas o productos semielaborados de sus productos finales.
Dicho en jerga más técnica, ese boycot tendrÃa unos "efectos perversos" o
unas "consecuencias no-intencionadas" y negativas sobre la economÃa del
resto de España que, al margen de por otras razones jurÃdicas o
polÃticas, desacreditarÃan totalmente su uso.
Concretamente, he visto y oÃdo
repetidos hasta la saciedad dos ejemplos como apoyo a esa tesis. El caso
del corcho para los tapones del cava catalán (a veces se incluye en el
"pack" de este ejemplo el vidrio) ha sido paradigmático. Se ha dicho
que, puesto que el corcho se produce en Extremadura, el boycot al cava
catalán perjudicarÃa indirectamente a los productores extremeños (o a
los productores de vidrio aragoneses que parece que hacen las botellas).
El otro ejemplo, ha sido el de las pizzas de la casa Tarradellas en
cuya composición se encuentra la harina castellana, el atún gallego, el
tomate extremeño, el pimiento murciano y las aceitunas andaluzas. De
nuevo el mismo argumento: boycoteando a las pizzas Tarradellas se acaba
afectando a los productores de todas esas regiones. Tanto he oÃdo estos
argumentos que he llegado a preguntarme si no serÃa una "campaña" de
propaganda impulsada por estas empresas catalanas.
Pues bien. ¿Qué opinión me merece esta
"argumento"? Pues una muy sencilla: es un argumento increÃblemente
tonto. Y, por más que se repita, no deja r ello de ser estúpido. Veamos.
El que una persona del resto de España no se compre una botella de
Freixenet para acompañar una pizza de casa Tarradellas a la hora de la
cena como su "respuesta" particular al malestar que le produce el "lÃo"
asociado al procés, no significa que esa persona quede tan
compungida r el procés que vaya a ayunar. Lo "lógico" es que disfrute de
tan espléndido y opÃparo menú, si ése es su "gusto", comprándose una
botella de cava valenciano, manchego o extremeño (o incluso de la
afamada marca Codorniú, si sus deseos de expresión de su malestar o de
castigo vÃa el boycot se contentan con no comprar a empresas cuya sede
social esté en Cataluña) para acompañar una pizza de CampofrÃo o un
salchichón de El Pozo (que creo que no son empresas que produzcan sus no
menos afamados productos en Cataluña). La implicación es obvia, los
productores de corcho extremeños, de vidrio aragonés, de atún gallego y
demás "materias primas" aumentarán sus ventas a esas empresas
"no-catalanas" como consecuencia del boycot a los productos "made in
Catalonia" en forma parecida a lo que disminuyen sus ventas a las
empresas catalanas.
Luego, en principio, y sin mayor
análisis, una cosa está clara: que esas desoladoras consecuencias que se
auguran sobre los productores españoles no-catalanes resultado del
boycot a los productos catalanes son en buena medida irreales y fruto de
la incapacidad de tantos economistas aficionados para pensar
económicamente un paso más allá de las consecuencias indirectas de una
polÃtica ecomómica, como es un boicot.
Conocer con precisión el efecto de un
boycot como el que analizamos no es factible técnicamente. RequerirÃa el
uso de un modelo de equilibrio general de la economÃa española. Una
aproximación un poco más pedreste podrÃa hacerse mediante el uso de
Tablas Inpu-Output regionales. Pero, al nivel de sofisticación teórica
de este blog, la conclusión que se puede seguir está clara. No debiera
haber efectos reseñables sobre el resto de la economÃa española del
boycot a los productos catalanes, si esa demanda se redirige a otros
productos sustitutivos que se hagan en otras partes de España. SerÃa una
circunstancia similar a aquella que se da cuando el consumidor o
el cliente de un establecimiento comercial (un bar, una cafeterÃa, una
fruterÃa, una carnicerÃa,...) se va a la competencia cuando donde
compraba le empiezan a tratar mal. ¿Qué harÃa el lector si en el bar
donde se toma el café todos los dÃas, su dueño empieza a decirle que le
roba ("Espanya ens roba") sistemáticamente?
Demostró a este respecto la ex-ministra
socialista, la señora Trujillo, un sentido económico mucho más afinado
cuando en respuesta a las crÃticas que se le hicieron cuando defendió el
boycot a una conocida marca de agua embotellada catalana, cuyo lÃquido
contenido provenÃa de un manatial castellano (creo), señaló que lo que
sus crÃticos debieran criticar era esa extraña situación, es decir, que
esa agua no-catalana se embotelle con marca catalana por una empresa
catalana quedándose asà con todo el "valor añadido" (que yo, por
cierto, no sabrÃa decir en qué consiste materialmente hablando, o sea,
qué agrega la "marca" a las propiedades fisico-quÃmicas del agua). Para
la señora Trujillo, lo propio serÃa que esa agua se embotellase por una
empresa radicada en la zona, revirtiendo asà en ella ese "valor
añadido".
Finalmente, hay otro argumento contra
el boycot que ya abandona el terreno de su eficacia económica entrando
en el terreno de la justicia. Se dice que no es justo que paguen justos
por pecadores. Que por los intereses de los independentistas están
pagando los que no lo son cuando se usa el arma económica del boycot.
Cierto. Es de suponer que no todos los empresarios catalanes, ni todos
sustrabajadores, piensan que los que vivÃmos en el resto de España somos
unos ladrones que les robamos lo que es "suyo". Pero también es
igualmente cierto que, como se ha dicho repetidamente, la clase
empresarial catalana, el eje vertebral de la histórica "burguesÃa"
catalana, se ha mostrado enormemmente tibia, cuando no consentidora, con
el "procés" soberanista y todos sus malos modos (desde la perspectiva
"española", claro está). En ese sentido, me parece que una "respuesta"
colectiva (o sea, contra el conjunto de las empresas catalanas)
es defendible dados los costes de transacción e información requeridos
para deslindar a los empresarios consentidores de los que no lo son. En
cualquier caso, la salida de algunas empresas de Cataluña, si su sede
fiscal cambia también, podrÃa interpretarse como un intento por parte de
ellas de señalizar su distanciamiento con el procés. Si asà fuera, el
boycot no deberÃa dirigirse contra ellas.
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