Miguel Córdoba 18 mayo 2021, 23:47
Una de las cosas más importantes de la gestión política y social es el establecimiento de un adecuado modelo de estado, en el que los ciudadanos conozcamos cuáles son nuestros derechos y nuestras obligaciones, y en el que se respete a los demás como quisiéramos que se nos respetase a nosotros.
Uno de los pilares sobre los que debe descansar una democracia es el denominado pacto intergeneracional, según el cual cada generación debe gastar como mucho lo que genera, a fin de no consumir lo que hubieran generado las generaciones anteriores y lo que está por generar por las siguientes.
Esto ha ocurrido más o menos durante bastantes décadas, y siempre se había dicho que los hijos vivirían mejor que sus padres…, hasta ahora. En España, desde hace dos décadas, parece que los políticos sólo piensan en el cortoplacismo de los votos, en mantener el puesto de amigos, familiares y gente de carné, y en mantenerse en el poder como sea. Para ello, necesitan de una fuente permanente de ingresos que, hasta el año 2015 estaba limitada a los mercados financieros, pero que el Sr. Draghi, por entonces presidente del todopoderoso Banco Central Europeo (BCE), decidió hacerla permanente “para salvar el euro”. Y desde entonces, España no hace otra cosa que emitir deuda pública, que adquiere el BCE con un dinero que se inventa en sus cuentas, y que permite que España siga pagando los salarios de sus funcionarios y las pensiones de sus jubilados, no porque genere esos ingresos su actividad productiva, sino porque se lo presta un prestamista que no analiza el riesgo de sus préstamos.
De los que podríamos denominar “cuatro jinetes del apocalipsis financiero español” (deuda, déficit, desempleo y pensiones), probablemente el primero sea el más peligroso a corto plazo. La evolución de la deuda pública española desde que empezó la denominada crisis financiera, y de cómo han influido los cambios de gobierno, ha sido la siguiente:
Podemos observar que en este corto período de tiempo cada español ha pasado de tener una deuda de 8.423 euros a tener una deuda de 28.417 euros (más del triple en tan solo 13 años), y subiendo. Esta enorme masa de deuda ha pasado de representar poco más del 35% del Producto Interior Bruto (PIB), a suponer casi el 120% del PIB en 2020 (también más del triple en 13 años).
Teniendo en cuenta que en ese mismo período el PIB tan solo creció un 4,29%, la situación no pinta nada bien (crecer al 4% e incrementar el endeudamiento en un 337% no hay economía que lo resista). Además, vemos que los tres presidentes del Gobierno de este período han estado rivalizando por ver cuál de ellos emitía más deuda, y que Rajoy le ganó a Zapatero por un cuerpo, al emitir más de 400 millardos en sus casi seis años de Gobierno (¿”milagro económico del PP”?, dixit), y que Sánchez lleva ya la mitad que Rajoy, pero todo se andará.
Sí, ya sé que el resto de los países europeos también sufrieron la crisis financiera y luego el covid; ahora bien, ¿les ha afectado de la misma manera? Veámoslo, comparándolo con los 19 países de la eurozona (UEM), los 27 de la Unión Europea y los 38 de la OCDE:
El otro aspecto que debería preocupar a los insignes políticos españoles es la apetencia por la compra de deuda pública española. En el cuadro siguiente podemos ver quiénes son los propietarios de dicha deuda:
Vemos que quienes compran deuda pública española en los últimos años son básicamente el BCE y los inversores extranjeros, y que el sector bancario español ha estado siempre teniendo entre el 32% y el 40% de toda la deuda pública emitida.
Sin embargo, ni empresas ni particulares tienen títulos emitidos por el Estado español; apenas 2.500 millones de euros en la actualidad, mientras que los inversores extranjeros, sobre todo fondos de inversión y de pensiones poseen casi el 44% de la deuda, lo que hace que España dependa absolutamente de los mercados y, por tanto, de su prima de riesgo, para poder cubrir sus necesidades de financiación. El BCE va a seguir comprando, al menos este año 2020, pero si los inversores extranjeros se pusieran a vender deuda española, la prima de riesgo subiría como en los tiempos de Rajoy, y se produciría un gravísimo problema en las finanzas españolas.
hecho de que los españoles no quieran comprar deuda pública de su país es un hecho muy singular en el contexto europeo. Podemos considerar que Italia es un país similar a España en idiosincrasia y cultura financiera (con todo lo negativo que esto supone por la ausencia de dicha cultura). Pero si comparamos la estructura de los dos países, vemos que la dependencia de España del exterior en 14 puntos mayor que la de Italia. Por el contrario, los bancos italianos superan en más de siete puntos a los bancos españoles como propietarios de títulos soberanos, lo cual, aunque es malo en ambos casos para la supervivencia de las entidades financieras (recordemos el caso de Islandia hace 10 años), es claramente peor en la banca italiana que, como es bien sabido, está, en general, bastante peor que la banca española:
En cualquier caso, España va a seguir en la senda de fuerte crecimiento de su endeudamiento durante 2021 y probablemente durante los años siguientes. El BCE seguirá comprando deuda a través del Banco de España, al menos durante este año, pero no está tan claro que lo vaya a hacer en los años siguientes, y tenemos que añadir 70.000 millones de euros adicionales del préstamo europeo (la mitad de los 140.000 millones acordados) para modernizar el modelo productivo español. Por ello, no es de descartar que la ratio de deuda sobre PIB vaya a llegar a los niveles actuales de Italia (156%), con un modelo productivo, basado en la “cerveza” y el “ladrillo”, con bastante menor capacidad de reacción que el homónimo italiano, que cuenta además con la ventaja de tener un gobierno de gestores y profesionales, en vez de un gobierno de ideólogos, como nos pasa a nosotros.
Por consiguiente, el futuro de hijos y nietos está en entredicho, y no precisamente por el bajísimo índice de natalidad del que adolece España, sino por el hecho de que se han incumplido completamente las máximas del denominado pacto intergeneracional, y no es de recibo el que la generación actual esté gastándose el patrimonio de las generaciones posteriores para tratar de mantener un Estado del Bienestar ficticio.
Los políticos españoles tendrían que ser valientes y decirles a los ciudadanos que están viviendo por encima de sus posibilidades, y que es preciso que la sociedad española se aprete el cinturón (dando ejemplo con una disminución del tamaño de las Administraciones Públicas) para tratar de equilibrar las cuentas públicas. Si los políticos españoles siguen con el populismo barato que caracteriza sus discursos y permanecen ciegos a la peligrosa deriva que están tomando deuda y pensiones, no quedará más remedio que permitir que los “hombres de negro” intervengan la economía española, y todos sabemos lo que eso significaría.
Miguel Córdoba es profesor de Economía Financiera de la Universidad CEU-San Pablo desde hace 33 años y ha sido director financiero de varias empresas del sector privado.






No hay comentarios:
Publicar un comentario